Ya sabemos que dentro del útero, el bebé está unido a la placenta por el cordón umbilical, y gracias a este sistema se puede alimentar y respirar. Una vez que nace, la placenta se “despega” del útero para salir y el cordón se va colapsando, por tanto ya no sirve para nada, por eso lo cortamos… bueno, lo suele cortar la pareja si no se ha caído redondo y si las lágrimas le dejan ver bien :P.
Actualmente la recomendación es esperar a cortar el cordón hasta que deje de latir, o hayan pasado entre 1 y 3 minutos después del nacimiento del bebé.
Retrasando el pinzamiento del cordón, conseguimos mantener el flujo sanguíneo entre la placenta y el recién nacido, lo que aporta numerosos beneficios a los bebés, como:
Aumento de las reservas de hierro al nacer (hasta 75 mg de hierro) en los primeros 6 meses de vida del lactante y menos anemia en los lactantes.
Disminución de la hemorragia intraventricular.
Menos enterocolitis necrosante.
Menos septicemia en lactantes.
Se requiere una menor cantidad de transfusiones de sangre.
Los recién nacidos prematuros (menos de 37 semanas, también se benefician del pinzamiento tardío).
Por tanto, una vez que nace el bebé, se coloca encima de la madre (contacto piel con piel), y esperaremos a que ya no haya latido (tocando el cordón se puede apreciar muy bien), o a que hayan pasado entre 1 y 3 minutos. El pinzamiento tardío del cordón debe ser parte de la conducta activa en el alumbramiento.
Solamente cortaremos el cordón de forma precoz o temprana (menos de 1 minuto después del parto), cuando el recién nacido requiera reanimación (aspiración, ventilación, etc.).
Por todo eso, si nos encontramos con un parto sin asistencia o personal sanitario, no hay que tener prisa en cortar el cordón, puede salir la placenta incluso y ¡no pasa nada! Lo único que tendremos que hacer será poner la placenta en un recipiente o bolsa cerca del bebé hasta que lleguemos a un centro sanitario.
Foto: Lillian Craze South Wales Birth Photography
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